Peregrinos de Esperanza

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Las manos de Jesús resucitado nos sostienen, son las manos de aquel que todo lo transforma en esperanza. “En medio de la oscuridad se percibe esa luz y se adquiere esa fuerza que viene del mismo Señor y de su Resurrección”.

La esperanza desbordante que llevan los primeros misioneros que llegaron a la Argentina hace 150 años. Jóvenes que, más allá de toda seguridad humana, saben que “es allá”, porque tienen una certeza de que la presencia de Dios los guía. Ellos “señalan las orillas a las que aún debemos acercarnos”.

El Dios de la Vida se hace presente en Laura, Ceferino y Don Zatti, quienes como nosotros, esperan e infunden esperanza. Todos y todas vamos peregrinando “con esa esperanza que es cierta cuando la barca de nuestra vida se ata a Cristo”.

El texto del aguinaldo asegura que “la esperanza es la capacidad de cada uno de nosotros de trabajar por algo porque es correcto hacerlo, no porque ese algo tenga un éxito garantizado. Podría ser un fracaso, podría salir mal: no esperamos que vaya bien, no es una cuestión de optimismo. Hacer algo porque tiene sentido: en eso consiste la esperanza, que presupone los valores del Evangelio”.

Nosotros, como hijos e hijas de Don Bosco y Madre Mazzarello, continuamos el camino de aquellos misioneros, con alegría y con coraje, en los diversos escenarios en los que la vida nos coloca, teniendo siempre como faro la vida de los y las jóvenes.

Somos peregrinos de esperanza, no nos conformamos con sobrevivir ni quedarnos en satisfacer solamente realidades materiales. Por el contrario, caminamos junto a otros, peregrinamos la vida con la seguridad de que Dios nos sostiene y nos lleva en su barca a una vida plena.

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